3 de noviembre de 2005

Redes

No conozco a Rubi Guerra. Hace años, supongo que sería a finales de 1.999, descubrí un cuento suyo publicado en una antología del cuento breve editada por Julio Miranda, cuando todavía no era necesario hacernos creer que Monte Avila Editores era tan enfáticamente de todos. El cuento (cuyo nombre no soy capaz de recordar ahora) retomaba la historia antigua de dos hombres que se conocieron años atrás, de una mujer que los dos hombres amaron, de una hoja que flota en las aguas de un mar tranquilo.

A veces pienso en ese cuento.

Este domingo encontré esta historia que, según entiendo, forma parte de su nuevo libro de relatos.

No creo en la solidaridad automático con ese elefante retórico que algunos entienden como literatura nacional. Creo que existen buenos o malos cuentos, independientemente de dónde puedan ser escritos. Pienso que Rubi Guerra ha escrito buenos cuentos. Elegantes, vagamente silenciosos y tristes. Como cuando comienza el mes de mayo y uno ve llover desde una ventana enmarcada por árboles.