Salsa y Control
A veces me pregunto qué será de la vida de esos libros publicados por autores del país. Pienso en esos concursos de provincia, con tirajes de 250 ejemplares que nunca son vendidos, que no llegan a distruirse en ninguna parte. Pienso en las ediciones algo más afortunadas de Monte Avila Editores, sujetas insensiblemente al corsé de una primera edición. Casi que a un debut imperceptible y fugaz ante el que pareciese descortés pedir una explicación como lector porque, después de todo, ya está hecho todo, ya se editó.
No es necesario hacerse el patriotero para decir con justicia que en los últimos años se ha publicado una seguidilla de textos de inmensa calidad, de logrado virtuosismo narrativo que, sin embargo, no superan el destino de un modesto barco ballenero que se estrella contra un iceberg. Un mundo de simulaciones, de pequeños actos culturales, de fingidos desarrollos de planes de expansión entre colillas de cigarrillos y secretarias en reposo. Un gerente cultural que mira, desolado, las palmeras que se dibujan por el ventanal y piensa en sopas de cebolla, en camarones al ajillo.
O dicho de otra forma: de un trámite de bostezos y modestos propósitos donde las editoriales, públicas y privadas, parecen darse por pagadas por el hecho de sacar un tiraje mínimo, prescindir de casi cualquier difusión y pasar a otra cosa, satisfechas por el deber cumplido, o por aquello que deba ser motivo de satisfacción. Un juego aburrido, con tacitas de té, con catálogos que son a su manera una versión de lo ficticio y lo ingenuo.
Digo todo esto porque recién en estos días he tenido la sorpresa de encontrar un blog creado por José Roberto Duque, autor de ese libro vertiginoso, veloz, que es Salsa y Control, donde se ha tomado la generosa tarea de publicar cada uno de los relatos, a la manera de un post.
Un mecanismo sencillo y honesto de colocar a la disposición de los lectores un libro que no deja de recordar que la literatura, después de todo, es un registro fascinante que no requiere de glosar a esos manuales vagamente antropológicos y aburridos con los que algunos creen que se debe representar la exclusión y la violencia, esa obsesión tan propia de la narrativa nacional.
Escribe Duque como descripción del blog de Salsa y Control:
Libro de cuentos publicado por Monte Avila Editores Latinoamericana (1996). Si lo desea, puede imprimir ejemplares de esta versión para usted y sus allegados; sólo le pido que cite su procedencia y autoría. Búsquelo en el archivo (abril 2005). No le recomiendo que la imprima para su venta, porque la piratería es un delito. La cultura es un espacio para la libertad; vamos a ejercerla responsablemente.
Un gesto de libertad, naturalmente. Un gesto que recuerda que la literatura, después de todo, es una cosa viva y que los autores de este país pueden ser algo más que un espectro vagamente desdibujado en una tarde de calor, un tipo que lee para tres asistentes de una librería que se tocan la peluca y esperan el vino y los tequeños.
Vale la pena leerlo, si no se ha leído antes. Vale la pena releerlo, si ya se leyó. Ambas cosas pueden hacerse con sencillez, pulsando levemente aquí.
No es necesario hacerse el patriotero para decir con justicia que en los últimos años se ha publicado una seguidilla de textos de inmensa calidad, de logrado virtuosismo narrativo que, sin embargo, no superan el destino de un modesto barco ballenero que se estrella contra un iceberg. Un mundo de simulaciones, de pequeños actos culturales, de fingidos desarrollos de planes de expansión entre colillas de cigarrillos y secretarias en reposo. Un gerente cultural que mira, desolado, las palmeras que se dibujan por el ventanal y piensa en sopas de cebolla, en camarones al ajillo.
O dicho de otra forma: de un trámite de bostezos y modestos propósitos donde las editoriales, públicas y privadas, parecen darse por pagadas por el hecho de sacar un tiraje mínimo, prescindir de casi cualquier difusión y pasar a otra cosa, satisfechas por el deber cumplido, o por aquello que deba ser motivo de satisfacción. Un juego aburrido, con tacitas de té, con catálogos que son a su manera una versión de lo ficticio y lo ingenuo.
Digo todo esto porque recién en estos días he tenido la sorpresa de encontrar un blog creado por José Roberto Duque, autor de ese libro vertiginoso, veloz, que es Salsa y Control, donde se ha tomado la generosa tarea de publicar cada uno de los relatos, a la manera de un post.
Un mecanismo sencillo y honesto de colocar a la disposición de los lectores un libro que no deja de recordar que la literatura, después de todo, es un registro fascinante que no requiere de glosar a esos manuales vagamente antropológicos y aburridos con los que algunos creen que se debe representar la exclusión y la violencia, esa obsesión tan propia de la narrativa nacional.
Escribe Duque como descripción del blog de Salsa y Control:
Libro de cuentos publicado por Monte Avila Editores Latinoamericana (1996). Si lo desea, puede imprimir ejemplares de esta versión para usted y sus allegados; sólo le pido que cite su procedencia y autoría. Búsquelo en el archivo (abril 2005). No le recomiendo que la imprima para su venta, porque la piratería es un delito. La cultura es un espacio para la libertad; vamos a ejercerla responsablemente.
Un gesto de libertad, naturalmente. Un gesto que recuerda que la literatura, después de todo, es una cosa viva y que los autores de este país pueden ser algo más que un espectro vagamente desdibujado en una tarde de calor, un tipo que lee para tres asistentes de una librería que se tocan la peluca y esperan el vino y los tequeños.
Vale la pena leerlo, si no se ha leído antes. Vale la pena releerlo, si ya se leyó. Ambas cosas pueden hacerse con sencillez, pulsando levemente aquí.
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