12 de enero de 2006

El peligro de los vegetales

Es una manía privada como tantas otras, me imagino, pero tengo una carpeta en mi computador en la que archivo lo que, a falta de mejor nombre, sería mi antología personal de la admiración y el descubrimiento. Es decir, los textos que de tanto en tanto caen en mi pantalla y terminan por estrellarse bondadosamente contra mis lentes produciendo algún efecto sensible y duradero.

Un ejemplo es este poema de Miyó Vestrini, tomado (a su vez) de un breve ensayo de la brillante y querida poetiza Niddy Calderón , publicado en la edición de Agosto pasado en Letralia.

Aqui va:

Zanahoria rallada

El primer suicidio es único.
Siempre te preguntan si fue un accidente o un firme propósito de morir.
Te pasan un tubo por la nariz,
con fuerza,
para que duela
y aprendas a no molestar al prójimo.
Cuando comienzas a explicar que
la-muerte-era-la-única-salida
o que lo haces
para-joder-a-tu-marido-y-a-tu-familia,
ya te han dado la espalda
y están mirando el tubo transparente
por el que desfila tu última cena.
Apuestan si son fideos o arroz chino.
El médico de guardia se muestra intransigente:
es zanahoria rallada.
Asco, dice la enfermera bembona.
Me despacharon furiosos,
porque ninguno ganó la apuesta.
El suero bajó aprisa
y en diez minutos,
ya estaba de vuelta a casa.
No hubo espacio dónde llorar,
ni tiempo para sentir frío y temor.
La gente no se ocupa de la muerte por exceso de amor.
Cosas de niños,
como si los niños se suicidaran a diario.
Busqué a Hammett en la página precisa:
nunca diré nada sobre tu vida
en ningún libro,
si puedo evitarlo.


Miyó Vestrini. Todos los poemas (1994)