28 de enero de 2006

Mejor no ayude compadre (2)

En estas semanas, Ignacio Ramonet (desconocido en este país hasta que el Don Franciso de la Política Nacional comenzó a citarlo como prueba fehaciente de su magnanimidad en sus interminables shows de radio y televisión) publicaba un articulito en La Voz de Galicia, donde se quejaba, con razón, de la hegemonía tendenciosa de la prensa globalizada.

Comenzaba así, y juro por dios que me alegré:

«EN ESTOS TIEMPOS de impostura universal -afirmaba George Orwell-, decir la verdad es un acto revolucionario». A pesar de la actual proliferación mediática, cada vez resulta más complicado acceder a una información verdadera. Los periodistas, cuya especificidad profesional consiste en garantizar, mediante protocolos de verificación muy precisos, la fiabilidad de la noticia, se olvidan a veces de ello y contribuyen al actual descalabro de la información.

Daba un ejemplo concreto, el caso de Libération, fundado por ese mandarín alucinado que fue Jean Paul Sartre y tomado no sé por qué grupos económicos de libre mercado. No conozco la historia, pero sonaba razonable.

Pero incluso los libertarios y progobierneros meten la pata. Un párrafo después, el inevitable episodio del entusiasta delirio. Llega al punto:

El 9 de enero pasado publicó [Libération, se entiende], a toda plana y con una inmensa foto en color, esta escalofriante noticia: «El credo antisemita de Hugo Chávez». Éste ha sido víctima, desde que ganó las elecciones en 1998, de una inaudita persecución mediática, no sólo en su propio país sino -sin duda por influencia de sus adversarios- también en el extranjero.

La conclusión dialéctica, redonda como una arepa:

En Francia, Libération es el diario que más se ha distinguido por sus campañas contra Chávez y contra sus reformas sociales. Como es sabido, las acusaciones mas frecuentes contra Hugo Chávez son: «caudillo populista», «dictador autoritario» e incluso «tirano bolivariano». Desprovistas de fundamento, pues todas las organizaciones de defensa de los derechos humanos confirman que en Venezuela no hay detenidos políticos, ningún medio de información ha sido censurado y ningún periodista se halla encarcelado.

Curiosa y típica conclusión al edulcorado estilo de la revolución Montmartre, pues hasta donde uno tiene noticias la mayoría de las organizaciones de Derechos Humanos en el País no financiadas por el gobierno han suscrito, hasta el cansancio, una buena cantidad de documentos en los que se pronuncian contra los excesos del bolivarianismo. Un caso es COFAVIC, una organización más que prestigiosa, nacida como respuesta a los excesos del gobierno de Pérez, quien en su página web muestra todavía el enlace a un informe semestral del 2004 titulado: "La democracia en Venezuela está seriamente amenazada".

Ese mismo enlace también cita, por cierto, un fragmento del Informe de la Sociedad Interamericana de Derechos Humanos del año 2004, en el que se señala: “una clara debilidad de los pilares fundamentales para la existencia del Estado de Derecho en un sistema democrático, en los términos de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y otros instrumentos internacionales”, (aunque es sabido que los razonamientos de esa Sociedad no valen para el gobierno de Chávez. Son como los delegados de la Comunidad Económica Europea: lacayos del Imperio).

La página tuvo su última actualización en Mayo 2004. La organización sigue trabajando. A menos que se tenga el candor proselitista de Ramonet, la falta de actualizaciones no debería atribuirse a la pereza del webmaster.

Algo semejante ocurre con los temas de libertad de expresión. En Venezuela existen, a la fecha, algo así como 28 presos políticos a los que el gobierno, como en la época de los militares argentinos, prefiere llamar políticos presos. La periodista Ibéyise Pacheco enfrenta, además, varios juicios por difamación que, independientemente de su verosimilitud o no, presentan serias dudas procesales. Existe una ley aprobada recientemente en la que se instaura, como en los tiempos de la falange española, el dudoso delito de desacato. Pedro León Zapata, el principal caricaturista del país, ha sido descalificado públicamente por el Teniente Coronel Chávez desde hace varios años por el único delito que ha cometido durante toda su carrera profesional: hacer caricaturas contra los abusos del poder, sin importar del signo que sea. A su vez, esta semana, un tribunal penal ha declarado una serie de medidas de censura que prohibe la publicación de documentos sobre el caso Anderson a partir de los cuales hemos sabido, por ejemplo, que el historial del principal testigo de la Fiscalía está lleno de delitos de suplantación, actos delictivos y doble nacionalidad.

Es la rebelión en la Granja. O en la granjita.

Por su parte, basta estar más o menos despierto en esta país para saber que las páginas de organizaciones que apoyan al gobierno del Teniente Coronel Chávez publican, de tanto en tanto, contenidos antisemitas.

Además, es conocido desde hace años el respaldo de antisemitas connotados como Norberto Ceresole. No se trata, desde luego, de campos de concentración. No existe, naturalmente, el ghetto de Varsovia, pero el antisemitismo es algo más que un tema de matices. Subyace, en todo caso, el mismo móvil económico que dieron inicio a las persecuciones del siglo XX: la utilización del capital económico judío como un motivo de construcción del enemigo.

Como muestra este ejemplo publicado en Aporrea.org (que justo ahora no consigo linkear desde sus archivos) , pero que guardo como una pequeña muestra del horror ante lo estúpido: una crítica desesperada no contra una invasión, no contra un acto de agresión extranjera, sino contra una película que muestra imágenes verídicas de militantes del Chavismo disparando contra una marcha opositora. Esta es la perla, publicada el 28/08/05 y firmada por José Sant Roz :

Todo el odio más bajo, el supremo asco por Venezuela de cierta clase social y en combinación con la más brutal campaña internacional (promovida por los magnates del sionismo) contra nuestro país se encuentra resumida en esa repugnante bazofia de gran difusión por todos los cines nacionales que se llama “Secuestro express”.

Las formas del nacionalismo recalcitrante también se manifiestan de un modo abrumador en comparación a otras administraciones más blandas. En Venezuela, después de muchas años, existe por primera vez el uso del delito de "traición a la patria" como una forma de control político. Algunos de esos juicios están abiertos en el presente. Las citaciones, como en el caso Súmate, son suspendidas una y otra vez.

El temor es aún mayor cuando se piensa que, después de todo, el Tribunal Supremo de Justicia ha sido nombrado con los votos únicos del Chavismo de aquello que, alguna vez, fue una Asamblea Nacional. Su presidente declaraba esta semana su más amplia lealtad con el proceso de transformaciones. En fin, otra manera de decir Gobierno. En Venezuela decir Justicia, decir Estado, es decir Gobierno. Decir Ramonet es también una forma libre de decir gobierno. Corresponsal de gobierno. Pero avant-garde, claro. Fastidiosamente avant-garde.

Para lo que sirve el pobre Orwell. Para lo que queda el dolor de lo que fue, en su momento, una parodia al estalinismo.