Pinto y me voy (2)
En su momento, el origen del graffiti: "Kilroy was here" pudo ser una labor detectivesca. A estas alturas, es casi la persecusión ilusionada (y, de antemano, fallida) de un mito.
En cualquier caso, uno está dado a pensar que se trata del mito más difundido en toda la historia del graffiti.
La versión canónica de la historia es más o menos así:
La leyenda de "Kilroy was here" comienza con James J. Kilroy, un inspector de astilleros durante la Segunda Guerra Mundial. Kilroy marcaba las palabras con tiza en los mamparos para mostrar que él había estado allí y había inspeccionado los remaches en el barco que se construía. Sin embargo, tales marcas eran un completo misterio para las tropas que luego ocupaban esos barcos --todo daban por cierto que seguramente él "había estado allí primero". Como un chiste, esos mismos soldados empezaron a colocar el grafiti dondequiera que llegaron.
Hasta allí, es una historia casi idílica dentro de ese fairy tale continuo que es la auto-narrativa norteamericana. Una versión azucarada de: vini vidi vinci.
El resto de las versiones quizá no dejen de ser algo idílicas, pero deja un espectro que es, al menos, un poco más grande, más complejo: va desde ancestrales símbolos irlandeses, pasando por una historia de amor entre un tal Kilroy y Rosie (posiblemente una transposición de "Rosie the riveter", es decir, Rosie la remachadora, aquél mítico arquetipo de la mujer que, durante la guerra, ocupaba posiciones de obrera en los astilleros) hasta un curioso Kilroy que aparece registrado en una novela de Isaac Asimov.
Para hacerlo todo más complicado, existe la posibilidad de que la historia de Kilroy tenga su origen en otro lugar, con lo cual los principales sospechosos (los 26 Kilroys que, hasta ahora, se conocen como registrados en alguna división de las fuerzas armadas durante la segunda guerra), se expanden en un desmesurado caos de posibilidades.
Un ejemplo de ello es la historia de Chad, una imagen creada (según afirman algunos), por el caricaturista inglés George Edward Chatterton. Chad (cuya imagen era, por lo que se sabe, igual a la del tag de Kilroy) partía de una de las pocas cosas que sobran cuando hay escasez: el humor. El chiste consistía en una frase que decía: "Wot, no...?", en el que los puntos supensivos podían ser sustituidos por cualquier producto desabastecido para el momento. (En el caso venezolano de estos días, por ejemplo, una versión libre podría ser: "Qué, no hay café?")
Hay quien sugiere que durante la fallida operación Market Garden, uno de los aviones de la RAF mostraba el graffiti: "Wot, no enginees?", es decir: "Qué, sin motores?".
De ser cierta esta versión (y no hay mayores motivos para creerlo, tanto como no los hay para creer demasiado en ninguna otra), entonces sería posible imaginar que el graffiti de Chad pudo ser traducido o reinterpretado por algún combatiente de las fuerzas aliadas, dando lugar al primer Kilroy.
En todo caso, mucho más hilarante que el difuso asunto del origen de Kilroy es, después luego, el intento por encontrarle una explicación.
En cualquier caso, uno está dado a pensar que se trata del mito más difundido en toda la historia del graffiti.
La versión canónica de la historia es más o menos así:
La leyenda de "Kilroy was here" comienza con James J. Kilroy, un inspector de astilleros durante la Segunda Guerra Mundial. Kilroy marcaba las palabras con tiza en los mamparos para mostrar que él había estado allí y había inspeccionado los remaches en el barco que se construía. Sin embargo, tales marcas eran un completo misterio para las tropas que luego ocupaban esos barcos --todo daban por cierto que seguramente él "había estado allí primero". Como un chiste, esos mismos soldados empezaron a colocar el grafiti dondequiera que llegaron.
Hasta allí, es una historia casi idílica dentro de ese fairy tale continuo que es la auto-narrativa norteamericana. Una versión azucarada de: vini vidi vinci.
El resto de las versiones quizá no dejen de ser algo idílicas, pero deja un espectro que es, al menos, un poco más grande, más complejo: va desde ancestrales símbolos irlandeses, pasando por una historia de amor entre un tal Kilroy y Rosie (posiblemente una transposición de "Rosie the riveter", es decir, Rosie la remachadora, aquél mítico arquetipo de la mujer que, durante la guerra, ocupaba posiciones de obrera en los astilleros) hasta un curioso Kilroy que aparece registrado en una novela de Isaac Asimov.
Para hacerlo todo más complicado, existe la posibilidad de que la historia de Kilroy tenga su origen en otro lugar, con lo cual los principales sospechosos (los 26 Kilroys que, hasta ahora, se conocen como registrados en alguna división de las fuerzas armadas durante la segunda guerra), se expanden en un desmesurado caos de posibilidades.
Un ejemplo de ello es la historia de Chad, una imagen creada (según afirman algunos), por el caricaturista inglés George Edward Chatterton. Chad (cuya imagen era, por lo que se sabe, igual a la del tag de Kilroy) partía de una de las pocas cosas que sobran cuando hay escasez: el humor. El chiste consistía en una frase que decía: "Wot, no...?", en el que los puntos supensivos podían ser sustituidos por cualquier producto desabastecido para el momento. (En el caso venezolano de estos días, por ejemplo, una versión libre podría ser: "Qué, no hay café?")
Hay quien sugiere que durante la fallida operación Market Garden, uno de los aviones de la RAF mostraba el graffiti: "Wot, no enginees?", es decir: "Qué, sin motores?".
De ser cierta esta versión (y no hay mayores motivos para creerlo, tanto como no los hay para creer demasiado en ninguna otra), entonces sería posible imaginar que el graffiti de Chad pudo ser traducido o reinterpretado por algún combatiente de las fuerzas aliadas, dando lugar al primer Kilroy.
En todo caso, mucho más hilarante que el difuso asunto del origen de Kilroy es, después luego, el intento por encontrarle una explicación.
Un ejemplo es el de ciertos freudianos entusiastas para quien Kilroy no es otra cosa que una representación malamente sublimada del Complejo de Edipo. El dato decisivo, según ellos es este: Kilroy puede traducirse como Kill-Roy. Matar al Rey, es decir, al padre. No sería sorprendente que alguien hiciese una que otra especulación sobre su nariz en un remix famoso de aquella máxima según la cual un tabaco no siempre es un tabaco.
Otras versiones encuentran, incluso, motivos para especular que algún SS con poco hígado en su momento pintó el dibujo de Kilroy en algún bastión nazi, por lo que el mismo Hitler (tan dado a la paranoia) le habría atribuido la posibilidad de ser un super espía con la habilidad de burlar la estrecha vigilancia del Wolfsschanze. Alguna versión comenta, incluso, que en su momento Stalin se interesó por conocer su identidad: "Quién es ese Kilroy? ", dicen que dijo. Del modo que sea, hay que decir que todo eso suena, en realidad, demasiado a propaganda de guerra.
Una última utilización de Kilroy, bastante difundida en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, consistía en la estatuilla de una joven mujer embarazada mirándose el vientre colocada sobre una base en la que se podía leer, naturalmente, Kilroy was here. O en un más auspicioso destino: el dibujo de una voluptuosa mujer a medio desnudar (o a medio vestir, depende de cómo se le vea) quien lleva, precisamente, el mismo lema.
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