Cerrar
Lo pensaba en estos días: ¿cuál será la mejor manera de cerrar un blog? Una respuesta entre las tantas posibles apareció, de pronto, esta noche en mi pantalla.
Es esta:
De repente...
martes, marzo 07, 2006
...se acabó lo que se daba.
A todos gracias.
El blog es (o era) prosa inofensiva.
Nunca está de más un buen final; aún así, es una lástima.
ACTUALIZACIÓN
Sábado, 11 de Marzo
Suelo pensar en cosas poco prácticas. Sobre todo en las largas, las desoladas colas de Caracas. Pienso, por ejemplo, en la palabra pavimentum, o en cómo algún arquitecto del imperio incaico logró convencer a los demás en la utilidad de hacer siembras en las terrazas laterales del Machu Picchu como un modo de sortear, al menos en parte, los riesgos de desmoronamiento. En estos días, esperando cruzar una calle para ir al odontólogo, pensaba en lo común que nos resultan los carros. En el hecho de que, después de todo, acaban por ser naturales. Pensaba (y era algo cierto, pero también algo tonto) que lo que hoy conocemos como automóviles es sólo un accidente, que las versiones de trasporte podrían ser radical, inusitadamente distintas. Por ahí me fui hasta llegar a los medios de trasporte espaciales, a las versiones Star wars que, secretamente, todos alimentamos dentro de nosotros mismos.
Supongo que debe ser por eso que, entre tantas cosas poco útiles, en estos días me ha dado por pensar en el post como parte de ese tema quizá algo trillado del artículo efímero, del depósito de notas rápidas, destinadas al olvido.
La invitación a leer un blog que acaba de cerrar (y que no pude explicar bien pues, después de todo uno tiene que gastar más tiempo del conveniente en ganarse la vida), tiene que ver con eso: con el disfrute de leer una viñeta bien escrita, encantadoramente caduca. Como esta, por sólo citar un ejemplo.
Será morbo, quizá, pero comienzo a pensar con algo de desequilibrado entusiasmo que los blogs adquieren una coloratura emocional peculiar y fascinante cuando, precisamente, se acaban.
Eso más o menos.
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