Pinto y me voy (3)
Mark Ecko tiene una característica que le diferencia, en forma sustancial, al resto de los promotores del graffiti: es millonario. Es dueño de Eckö Unlimited, una compañía que se define en los siguiente términos: "The World-Famous Rhino Brand. A fashion-based cultural compass pointed squarely at the new world market and commercial success" O dicho en otra forma, si se lee entre líneas: un negocio jugoso que saca buenos dividendos de la comercialización de la moda contra-cultural. La punta de lanza comunicacional de Eckö Unltd es Complex.com, una revista repleta de imágenes de skateboard, jóvenes negros en pose y modelos lúbricas y refinadamente obscenas bajo una buena iluminación que promociona, desde luego, una que otra ropita bastante cool producida por el mismo dueño de la revista.
Hasta aquí, nada demasiado interesante, nada demasiado conmovedor. Lo curioso viene con un tubazo comunicacional que el pana Mark Ecko se permitió a finales de marzo o principios de abril. Fue este: mostrar un video en el que, al parecer, graffiteaba un tag sobre una turbina del Fuerza Aérea Uno, el avión presidencial de los Estados Unidos.
El video de ese episodio puede verse aquí, bajo el título: Mark Ecko tagging Air Force One.
No conforme con eso, Ecko grabó otro video (en realidad, un video-manifesto) en el que explicaba por qué hizo lo que hizo. El video tiene, por cierto, una que otra frase memorable. Por ejemplo: "el presidente es el líder de este país, su principal responsabilidad, su obligación, es proteger nuestras libertades. Y lo primero que nosotros demandamos es nuestro derecho a hablar. Por eso fue que graffitié el avión del presidente". El resto del material explica, entre otras cosas, el sin sentido de la prohibición del graffiti dentro de un país que se presupone libre.
Al terminar de escuchar su manifiesto a uno no le quedan muchas otras alternativas que estar razonablemente de acuerdo. La sonrisa de aceptación comienza a desvanecer cuando comprobamos dos o tres malas noticias. La primera de ella: el video es falso. La peor: Mark Ecko sustuvo la supuesta veracidad de ese video hasta pocos días después de la aparición del primer video-juego producido por su compañía, titulado Getting up: contents under pressure. Así las cosas, el tag sobre el Air Force One acabó siendo lo que uno, utópicamente, no podía imaginar que podría ser: una inteligente campaña promocional cuyos costos apenas implicaron el alquiler de un boing, algo de pintura, una cámara de mano y un modesto potecito de spray.
Es una lástima pensar que, pese a la pequeña venganza poética que significa ver un tag sobre el avión de un mafioso, en realidad, todo comentario al respecto termina siendo, involuntariamente, una propaganda a un negocito. Incluido este post.
¿A qué me recuerda eso?
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