16 de agosto de 2006

La literatura como liberación (1)

Lo que nos faltaba: ahora resulta ser que los funcionarios de la cultura neobolivariana tienen todo el propósito de salvarnos, (una vez más: pero esta vez para siempre), del pernicioso hábito de ver el libro como un objeto mercantil.

Me entero de esta noticia por GeorgeLetralia quien, a su vez, tomó nota a partir de Juan Carlos Chirinos. Veo, además, que ya Jorge había referenciado el desplante que le propinó la representación venezolana a los organizadores de la Feria Internacional del Libro de Bolivia, desplante que me tendría sin cuidado a no ser por lo inmensamente estúpido, mal intencionado e hipócrita del razonamiento.

Siguiendo un link del mismo post leo que lo dice (lo que dijo) el burócrata de turno, a modo de explicación, a modo de hipócrita lugar común:

Nosotros no creemos que el libro es una mercancía, más bien creemos que es un bien cultural, un instrumento de lucha y libración de los pueblos.

Para, luego, obtener este otro paradójico complemento mercantilista a la imbecilidad por parte de otro burócrata más:

Vimos también que la participación dentro de la Feria se reducía, siendo que nuestra representación trae a más de una decena de intelectuales venezolanos... Venezuela ha traído 25.000 libros de 1.500 títulos para circular en las calles, pero nos dan un espacio muy pequeño para todas esas cajas

O este, más cercano al arquetipico problema del petrobilletazo a la venezolana:

Traemos a gente de la calidad de Luis Britto García, Ramón Medero, Eva Golinger, Yury Weky, Ronny Velásquez, Luis Laya y Stefania Mosca, a quienes le habían reducido su participación a una sola conferencia. Nuestro gobierno hace un gasto enorme y aunque somos los invitados especiales nuestro stand es tres veces más pequeño que el de transnacionales como Planeta, Santillana o el de Estados Unidos. Por eso tenemos que hacerles un espacio alternativo y poner el acento de nuestra participación en la calle.

(La decena de intelectuales venezolanos, casi no vale la pena decirlo, no tiene por qué ser personas que con justicia puedan haberse ganado el reconocimiento y respeto de su labor artística e intelectual, pueden ser (como en efecto dejan ver algunos nombres, los que se distinguen del resto del listado telefónico), los eternos chiguires enchufados al negocio de la bolicultura: una mezcla de santa indignación con uno que otro jugoso dividendo).

Tanto el post de Jorge como el de Juan Carlos Chirinos nos llevan a una referencia que no tiene ningún desperdicio: un artículo escrito por Juan Carlos Lechín sobre el episodio de bolimperialismo libertario. Aquí puede leerse completo, gracias (otra vez) a la generosidad noticiosa de Jorge Gómez.

Copio sólo un comentario del agudo artículo de Lechín sobre el gesto bolilibertario:

(...) algún cable político se cruzó y de pronto desalojaron la feria sin explicación alguna, y apareció un trío del Cenal dando una conferencia de prensa, como las que hacíamos en la Central en los 70. Capitaneaba la histérica turba Ramón Medero (presidente del Cenal) argumentando, con el índice en apasionada agitación, que esta feria boliviana (a la que Venezuela ha asistido en los últimos 10 años) era la "mercantilización del libro". ¡Imagínense ustedes! Los representantes de un Estado que por mercantilización del petróleo recibe 150 millones de dólares por día, enrostrándole al país más pobre de América Latina su mercantilización del libro. Qué paradoja. Todos los millonarios bolivianos no hacen un cuarto de la fortuna de Cisneros.

Ah, si el futuro de los libros (neobolivarianos o no) pudiesen tener el mismo éxito que los bolifuncionarios que ni los escriben, ni los leen, pero que con tanto furor nos representan en nombre del ideario que el más sutil teniente coronel que ha existido sobre la tierra ha tenido la gracia de concedernos.