Más motivos para escribir
En una entrevista realizada a Brady Udall a propósito de los motivos por los cuales decidió escribir esa maravilla de libro que es The miracle life of Edgar Mint (Norton, 2001), comenta:
En realidad, el ex-novio de mi esposa fue arrollado por un camión de correo, igual que Edgar en el libro. Este tipo estaba saliendo con mi esposa al mismo tiempo en que lo hacía yo (sin yo saber nada) y cuando ella finalmente lo admitió, yo pedí saberlo todo sobre ese bastardo. Entre otras cosas, ella me dijo que en su juventud el había sido arrollado por un camión de correo y que había quedado tan seriamente lesionado que incluso se pensó que había muerto. Resultó ser que sobrevivió y terminó por convertirse en mi rival por el afecto de mi entonces futura esposa. En fin, el caso es que después de la confesión de mi esposa, salí en busca de este tipo --no para darle unos golpes, sino para verificar su historia. Lo encontré en su apartamento y de un modo muy gracioso me contó toda su historia. Me dijo que había una sola cosa que deseaba hacer en su vida: encontrar a aquél cartero que le atropelló y decirle que él estaba bien, que había vivido una vida saludable, una vida normal. Mientras hablaba, lo apunté todo en una libreta, sabiendo que algún día acabaría por escribir un libro sobre eso.
Dios, no llevo la cuenta, pero qué cantidad de literatura tiene como punto de partida algún suceso relacionado con los terrores inherentes a perder a la mujer que se quiere, con los velados fantasmas que amenazan ese relato tórrido al que llamamos amor. Exagero, con toda seguridad, pero quizá sea válido notar que los antiguos duelos entre caballeros, en cierta forma, en cierta proporción, acabaron por ser desplazados por el duelo con un bolígrafo, un bloc de notas, el teclado de una máquina, el fantástico recurso de la ironía, la venganza simbólica o como quiera que pueda llamarse.
Tampoco me atrevería a afirmarlo muy enfáticamente, pero casi estaría dispuesto a pensar que se trata de otro ejemplo en el que la literatura termina por contribuir con la calidad de vida de nuestra curiosa comunidad humana.
Aquí, un ejemplo posiblemente diferente, pero de todos modos más que notable.
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