Un poquito mejor
Es casi imperceptible, pero esta semana el mundo vuelve a ser un poquito mejor.
Navegando a propósito de esa estupenda noticia de salubridad pública me entero por ahí de esta anécdota que viene a añadir una nueva entrada a la enciclopedia de las curiosidades jurídicas (si es que tal cosa existe o pretende existir, claro):
En enero de 1978 un tribunal italiano condenó a un policía llamado Eugenio D’Alberto por proferir una “ofensa imperdonable” a sus superiores: les había llamado “Pinochet”. El juez dictaminó que este término era una “calificación injuriosa”, ya que les acusaba de ejercer el mando con “métodos de naturaleza autoritaria y represiva” (Azócar, Pablo: Pinochet, epitafio para un tirano. Cuarto Propio, Santiago de Chile, 1998)
Ah, cuántos sinónimos contemporáneos pueden sumarse a semejante calificación injuriosa.
En casos así, uno tiende a pensar que la sabiduría de la naturaleza representa (y muy en serio) el más refinado depurador de ese voluminoso y aburrido diccionario de la infamia que con tanta aplicación se ha escrito a lo largo de los años.
Sólo queda entornar ligeramente los ojos y decir, con fe, con vengativa calma, con juventud: "el siguiente, por favor".
Navegando a propósito de esa estupenda noticia de salubridad pública me entero por ahí de esta anécdota que viene a añadir una nueva entrada a la enciclopedia de las curiosidades jurídicas (si es que tal cosa existe o pretende existir, claro):
En enero de 1978 un tribunal italiano condenó a un policía llamado Eugenio D’Alberto por proferir una “ofensa imperdonable” a sus superiores: les había llamado “Pinochet”. El juez dictaminó que este término era una “calificación injuriosa”, ya que les acusaba de ejercer el mando con “métodos de naturaleza autoritaria y represiva” (Azócar, Pablo: Pinochet, epitafio para un tirano. Cuarto Propio, Santiago de Chile, 1998)
Ah, cuántos sinónimos contemporáneos pueden sumarse a semejante calificación injuriosa.
En casos así, uno tiende a pensar que la sabiduría de la naturaleza representa (y muy en serio) el más refinado depurador de ese voluminoso y aburrido diccionario de la infamia que con tanta aplicación se ha escrito a lo largo de los años.
Sólo queda entornar ligeramente los ojos y decir, con fe, con vengativa calma, con juventud: "el siguiente, por favor".
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