Instrucciones para colocar a una niñita en reposo
Hay momentos en los que, por más vueltas que se le de, es preciso colocar a una niñita en reposo. A las tres de la mañana, por ejemplo. O en la tarde de un sábado de lluvia. Una tarde fría, con copos de neblina en la que todos en casa (incluida la niñita) llevan medias y miran por los ventanales con la parsimoniosa pereza de quien ve llover en Macondo. En tardes así, algunas veces, la única que no parece estar demasiado interesada en tomar la siesta es, precisamente, la misma niñita que es preciso colocar en reposo.
Allí, como en tantas cosas, nada es seguro. Siendo honestos, las niñitas no tienen por qué desear una siesta por más que uno quiera tomarla. Una niñita es, por naturaleza, un ser libre. Una persona diminuta, muchas veces de poco pelo, de ojos grandes, de sonrisa desdentada. O casi. A veces las niñitas no se interesan en reposar en lo absoluto sino, de manera enfática, preferirían conversar en su dialecto de puras consonantes, en una melodía de gritos sincopados, en un crepitar de notas musicales y manotones entusiastas.
Pero está dicho: a veces, por más vuelta que se le de, es preciso colocar a una niñita en reposo.
En tales casos, se sugiere proceder de la manera siguiente:
1. Una niñita, por mucho que no quiera ser colocada en reposo sentirá, por lo común, algún interés en ser abrazada. Ese acto puede ser considerado como el primer y decisivo paso de convicción para colocar finalmente a una niñita en reposo.
2. Hecho esto, el manual prescribe otra operación indirecta. Es preciso acariciar su cabello. Poco importa que sea, en realidad, apenas un diminuto pastizal de hebras color castaño, finas y discontinuas. Y que, en ciertos puntos, su cabeza redondeada deje ver uno que otro terreno baldío, como una muñeca de cabellos pegoteados. Una niñita, antes de ser colocada en reposo, por lo general apreciará el movimiento continuo de una mano en su cabeza, la monótona tranquilidad de quien recibe cariño. Son así y está muy bien que así sean.
3. De seguida (o simultáneamente, de hecho) conviene cantar una canción. Igual que en el caso del cabello aquí se opera, sobre todo, por un sentido general de la metáfora. Las niñitas son exigentes, pero no demasiado. Una niña próxima a ser colocada en reposo sabrá apreciar la ternura de una canción, el arrullo de una melodía privada aunque usted, naturalmente, no sea precisamente un tenor demasiado arrobado.
4. Hecho esto, entonces es preciso acunar cadenciosamente a la niñita que será colocada en reposo entre sus brazos. No hay mucho que decir que no sea esto: pequeña, frágil, una niña a punto de ser colocada en reposo apreciará ese detalle. Es allí, propiamente, que las acciones indirectas pueden prometer algún resultado.
5. Si se tiene suerte, si la niñita que será colocada en reposo accede a estas inocentes maniobras de convencimiento, será preciso que, cuando sus ojos comiencen a cerrarse, se le ubique un pequeño lugar junto al cuerpo de aquél o aquella que realiza la maniobra de colocar a la niñita en reposo.
6. Hecho esto, y aunque parezca obvio, entonces es preciso permitir que la niñita en reposo escoja la postura más cómoda. Nada más contrario al propósito de colocar a una niñita en reposo que encontrarse, irónicamente, en una postura que no propicie el reposo.
8. Si hay suerte, la niñita que ha sido colocada en reposo se dejará caer en ese vacío blando y vertiginoso que es el sueño leve, la siesta anhelada. Entonces será cuestión de mirarla dormir en ese intervalo maravilloso, variable, que puede fluctuar entre minutos u horas dependiendo de tantos factores complejos como complejo es el espíritu de la actual niña colocada en reposo.
9. Si se ha tenido suerte, si se han seguido estas precisas instrucciones, entonces sólo cabe una indicación final, tan importante como todas las anteriores: al mirarla dormir, al contemplar su forma redondeada, diminuta, perfecta en sus delicados detalles humanos piense que eso, precisamente, es una de las manifestaciones de la plenitud, que es allí donde está escondido el sentido de tantos milagros que usted ha buscado durante la vida entera. Piense, además, que una niñita que ha sido colocada en reposo lo hace cuando sabe, cuando siente que allá afuera, en ese objeto de imágenes vertiginosas que llamamos mundo, alguien la espera.
Allí, como en tantas cosas, nada es seguro. Siendo honestos, las niñitas no tienen por qué desear una siesta por más que uno quiera tomarla. Una niñita es, por naturaleza, un ser libre. Una persona diminuta, muchas veces de poco pelo, de ojos grandes, de sonrisa desdentada. O casi. A veces las niñitas no se interesan en reposar en lo absoluto sino, de manera enfática, preferirían conversar en su dialecto de puras consonantes, en una melodía de gritos sincopados, en un crepitar de notas musicales y manotones entusiastas.
Pero está dicho: a veces, por más vuelta que se le de, es preciso colocar a una niñita en reposo.
En tales casos, se sugiere proceder de la manera siguiente:
1. Una niñita, por mucho que no quiera ser colocada en reposo sentirá, por lo común, algún interés en ser abrazada. Ese acto puede ser considerado como el primer y decisivo paso de convicción para colocar finalmente a una niñita en reposo.
2. Hecho esto, el manual prescribe otra operación indirecta. Es preciso acariciar su cabello. Poco importa que sea, en realidad, apenas un diminuto pastizal de hebras color castaño, finas y discontinuas. Y que, en ciertos puntos, su cabeza redondeada deje ver uno que otro terreno baldío, como una muñeca de cabellos pegoteados. Una niñita, antes de ser colocada en reposo, por lo general apreciará el movimiento continuo de una mano en su cabeza, la monótona tranquilidad de quien recibe cariño. Son así y está muy bien que así sean.
3. De seguida (o simultáneamente, de hecho) conviene cantar una canción. Igual que en el caso del cabello aquí se opera, sobre todo, por un sentido general de la metáfora. Las niñitas son exigentes, pero no demasiado. Una niña próxima a ser colocada en reposo sabrá apreciar la ternura de una canción, el arrullo de una melodía privada aunque usted, naturalmente, no sea precisamente un tenor demasiado arrobado.
4. Hecho esto, entonces es preciso acunar cadenciosamente a la niñita que será colocada en reposo entre sus brazos. No hay mucho que decir que no sea esto: pequeña, frágil, una niña a punto de ser colocada en reposo apreciará ese detalle. Es allí, propiamente, que las acciones indirectas pueden prometer algún resultado.
5. Si se tiene suerte, si la niñita que será colocada en reposo accede a estas inocentes maniobras de convencimiento, será preciso que, cuando sus ojos comiencen a cerrarse, se le ubique un pequeño lugar junto al cuerpo de aquél o aquella que realiza la maniobra de colocar a la niñita en reposo.
6. Hecho esto, y aunque parezca obvio, entonces es preciso permitir que la niñita en reposo escoja la postura más cómoda. Nada más contrario al propósito de colocar a una niñita en reposo que encontrarse, irónicamente, en una postura que no propicie el reposo.
8. Si hay suerte, la niñita que ha sido colocada en reposo se dejará caer en ese vacío blando y vertiginoso que es el sueño leve, la siesta anhelada. Entonces será cuestión de mirarla dormir en ese intervalo maravilloso, variable, que puede fluctuar entre minutos u horas dependiendo de tantos factores complejos como complejo es el espíritu de la actual niña colocada en reposo.
9. Si se ha tenido suerte, si se han seguido estas precisas instrucciones, entonces sólo cabe una indicación final, tan importante como todas las anteriores: al mirarla dormir, al contemplar su forma redondeada, diminuta, perfecta en sus delicados detalles humanos piense que eso, precisamente, es una de las manifestaciones de la plenitud, que es allí donde está escondido el sentido de tantos milagros que usted ha buscado durante la vida entera. Piense, además, que una niñita que ha sido colocada en reposo lo hace cuando sabe, cuando siente que allá afuera, en ese objeto de imágenes vertiginosas que llamamos mundo, alguien la espera.
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