Suitcases
Para como están las cosas esto casi podría parecer un comentario político, pero hoy en casa todo el mundo está haciendo maletas. Para bien o para mal, éstas no cuentan con 800 mil dólares agrupados en ingenuos paqueticos de baja denominación (¡el-dólar-que-camina-por-América-Latina!, Kirchner & Co. dixit, con voz en off), apenas si incluyen toallas con y sin capucha, trajes de baño, patos y tortugas de goma, bodies de colores pasteles y mamelucos, protectores solares, cremas humectantes, bermudas, peluches, franelas blancas, un radiecito sin plomo de Dora la exploradora, cepillos, pastillas, sombreritos de tela, una edición anotada del Lolita de Nabokov, una colección de cuentos de John Updik, obsequio del excelentísimo Archiduque Von Chacopata, un libro de Ryszard Kapuściński sobre la guerra de Angola, regalo de Linus Lowell, la última edición especial de ficción de invierno del The New Yorker prestada por El Pratt, una caja de discos compactos, repelente contra insectos, una life drive, un laptop color tiburón, un estuche de manicure, pañales de día y noche, pañales de baño con figuras de Pooh y Tigger, lentes de sol, leche Mayorcitos, teteros, un aparato esterilizador, un juego de cepillos y esponjas de limpieza, un intercomunicador Fisher-Price, dos botellas de whisky, soda, lapiceros, un cuaderno de cuadrículas con la imagen de Buzz Lightyear, un espacio inmenso en el que cabe una casa de playa, atardeceres junto a la familia a la orilla de la bahía, el mar caribe, algunas horas de sol, mañanas que empiezan con el estruendo de los pájaros junto al río, noches de estrellas, unas dos o tres palmeras.
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