15 de septiembre de 2007

¿Cómo se hacen los bebés?



Si Usted no es un lector frecuente de estas Argonáuticas (un lector rápido, de temperamento mercurial, ubicado en algún lugar impreciso del mundo y que, para ser sinceros, suele venir a este blog por otra cosa), entonces eso implica que Usted se ha decidido de una buena vez y para siempre a hacerse una pregunta básica. Usted se decidió, al fin, a googlear literalmente el título de este post. Hoy es su día de suerte. No es necesario colocar en ningún lugar el número de su tarjeta de crédito. Aquí está la respuesta. Y es gratis.

Hay que decirlo: esas son cosas que pasan. Una timidez irremisible. Una dificulta para lidiar con lo que (intuye) puede ser un tópico repleto de difíciles misterios. Cierta supersticiosa inclinación a desdeñar el conocimiento reunido en los libros de texto sobre biología que, alguna vez, miró con desdén en mitad del tedio de una tarde, las asignaciones pendientes, el horror entero. Son tan amplias las formas de la ignorancia. Fueron tan largas y monótonas aquellas lejanas mañanas ocupando un puesto en un salón de colegio intentando no pensar demasiado en nada. Tantos misterios por responder, tantos. A veces, se ha dicho como para darse ánimos, piensa que siendo todo tan confuso no era de extrañar que Usted perdiese la oportunidad de resolver precisamente ese otro misterio.

El caso es que así como así los años han pasado, le ha crecido un bigote de vaquero castaño, largo y descuidado, le ha aparecido una pertinaz irritación en los brazos (abusos de la mayonesa, seguramente), una irresistible inclinación a consumir latas de cerveza frente a un televisor con la antena rota, sobre un sofá en el que, en un costado, el perro de la casa ha roto la tela dejando al descubierto el amarillo pálido de la goma espuma pese a los complicados tejidos que su buena madre, ya anciana, y con quien todavía vive, ha intentado componer para ocultar ese feo detalle del mobiliario. Tiene, en resumidas cuentas, un amplio volumen abdominal, una colección envidiable de modelos de fórmula 1 a escala, una divertida historia del día en que salió al Centro de la ciudad y de pronto se desgajó una lluvia que le empapó más de un cuarto los ruedos del pantalón. Qué se le va a hacer. Los misterios son complicados. De tanto encargarse de comprender la realidad, pues resulta que existe un pequeño detalle que nunca ha logrado dilucidar del todo, una borrosa acuarela dentro de ese casco espacial que llamamos mundo y del que, por puro sentido de la comodidad, convendremos que es el rectángulo que se dibuja más allá de la ventana, ese lugar con nubes, antenas de edificios vecinos, pájaros que pasan de tanto en tanto como quien pilotea un cazabombardero. Usted, de pronto, digámoslo ya sin rodeos, se encuentra en una situación desesperada. El caso es que, junto a ese intenso deseo de conocer, Usted comprende que no es una pregunta fácil. Su mamá teje otro cobertor, su papá duerme, acercándose alternativamente a la pantufla azul desde el balanceo de su mecedora. Sus hermanos le miran con un dejo sarcástico que, siendo honestos, Usted nunca ha decidido si corresponde a la compasión o al simple desdén. Es comprensible que Usted, después de todo, no vea conveniente agrandar más esa brecha que los separa con una pregunta que (intuye) acaso podría hacerle quedar mal, nuevamente mal.

La vida, no tenga dudas, es algo duro. Por ahora, puede olvidar todas esas pequeñas miserias. Hoy es su día de suerte. No sólo hay una buena noticia para Usted. En realidad, son dos. La primera: todo lo que ha escuchado respecto a París (tal como temía) son puras patrañas conservadoras. La pobre cigüeña blanca, (cuyo verdadero nombre es nada más y nada menos que Ciconia Ciconia y cuyo principal atributo quizá sea el tener una envergadura alar de dos metros y un peso que no suele sobrepasar los 4.5 kilogramos, cosa que evidentemente habla bien de su inmenso tamaño y su autonomía de vuelo, pero terriblemente mal de su capacidad para cargar más allá de 5.000 kilómetros a un bebé), esa, la inmensa, la parsimoniosa cigüeña blanca no tiene nada que ver con el asunto. Tampoco las pequeñas y simpáticas abejas. O el polen. Se trata de una cosa enteramente diferente.

Es aquí donde al fin tenemos que detenernos en la verdadera gran revelación. Es así: Usted está a sólo un click de resolver para siempre ese extraño misterio que es el modo verdadero como se hacen los bebés. Suda. Suspira. Cree estar preparado, pero, ¿realmente lo está? Mientras piensa en eso y rechifla, comprende que la respuesta todo ese enigma se resuelve pulsando el link que se encuentra justo aquí. Piense, ¿podrá tolerarlo?

Vía:
Abuse Magazine Blog

Imagen vía: Mark Jenkins: Storker Project