29 de octubre de 2005

Been Lolita



En mayo de 1975, Vladimir Nabokov aceptó participar en Apostrophes, aquél antiguo y brillante programa de entrevistas conducido por Bernard Pivot. Nabokov no era dado a tales excesos de aparición mediática y es posible suponer que, en ese momento, su decisión pudo estar relacionada con un fin eminentemente pragmático: Apostrophes era una programa de mucha influencia en Francia y Nabokov acababa de publicar su versión francesa de Ada o el Ardor.

Nabokov solía exigir ante cualquier entrevista una trascripción literal de las preguntas a las que, luego, él respondía por escrito. Esta curiosa precaución hace que la entrevista de Apostrophes sea, en realidad, una lectura de respuesta quizá algo forzada pero, en todo caso, absolutamente brillante.

En un momento de la entrevista, Bernard Pivot pregunta:

«Nabokov es Lolita», es la ecuación de siempre. ¿No acaba molestándole el éxito de Lolita, tan considerable que se puede pensar que usted es el padre de una única niña algo perversa?

A lo que Nabokov responde, con los ojos fijos en el papel y un tono de vocales largas y rugiente:

Lolita no es una niña perversa. Es una pobre niña que corrompen, y cuyos sentidos nunca se llegan a despertar bajo las caricias del inmundo señor Humbert, a quien una vez pregunta: «¿Siempre viviremos así haciendo toda clase de porquerías en camas de hotel?» Pero respondiendo a su pregunta: Su éxito no me molesta. Yo no soy Conan Doyle quién, por esnobismo o pura estupidez, prefería ser conocido como autor de una historia de África (risas), que imaginaba muy superior a su Sherlok Holmes. Y es muy interesante plantearse como hacen ustedes los periodistas, el problema de la tonta degradación que el personaje de la nínfula que yo inventé en 1955 ha sufrido entre el gran público. No sólo la perversidad de la pobre criatura fue grotescamente exagerada sino el aspecto físico, la edad, todo fue modificado por ilustraciones en publicaciones extranjeras. Muchachas de 20 años o más, pavas, gatas callejeras, modelos baratas, o simples delincuentes de largas piernas, son llamadas nínfulas o "Lolitas" en revistas italianas, francesas, alemanas, etc. Y las cubiertas de las traducciones turcas o árabes. El colmo de la estupidez. Representan a una joven de contornos opulentos, como se decía antes, con melena rubia, imaginada por idiotas que jamás leyeron el libro. En realidad, Lolita es una niña de 12 años mientras que Mr. Humbert es un hombre maduro, y el abismo entre su edad y la de la niña produce el vacío entre ellos; entre ese vacío, ese vértigo, la seducción, atracción de un peligro mortal. En segundo lugar, la imaginación del triste sátiro, convierte en criatura mágica a aquella colegiala americana tan trivial y normal en su género como el poeta frustrado Humbert lo es en el suyo. Fuera de la mirada maníaca de Mr. Humbert no hay nínfula. Lolita, la nínfula, sólo existe a través de la obsesión que destruye a Humbert. Éste es un aspecto esencial de un libro singular que ha sido falseado por una popularidad artificiosa.

Una respuesta sensible, irónica, brillante.

El resto de la entrevista (o al menos parte de ella), puede leerse ahora mismo en la página de la revista Enfocarte