Voy camino a la universidad católica Andrés Bello. Me encuentro, tal como esperaba, que los estudiantes de la universidad han trancado parcialmente las vías de acceso a la avenida Teherán (una avenida que, durante años, se llamó intercomunal Montalbán-La Vega, poco antes que el gobierno nacional decidiese buscar la forma de honrar a uno de sus aliados políticos no democráticos del mundo: al menos no se les ocurrió ponerle Ahmadineyad). No hace falta demasiado sentido común para conocer el motivo de la tranca: el día de ayer, después de la marcha de los estudiantes universitarios a ese eufemismo de la justicia que es el tribunal supremo, se presentó un tiroteo dentro de la universidad central de Venezuela.
Para el día de hoy, casi todos los periódicos reproducen esta imagen:
No es, precisamente, un performance de aquella vieja foto en las colinas de Iwo jima. La realidad, como de costumbre, es más plana, más chata: apenas describe el momento en que dos supuestos estudiantes chavistas, uno de ellos con una pistola en mano, intentan abrir una puerta que bloquean dos supuestos estudiantes opositores que, de manera bastante explícita, se encuentran en una situación que sin muchos rodeos podríamos calificar como un problema. No se alcanza a ver en la foto, pero el estudiante con franela naranja lleva una franela con la consiga de no a la reforma.
El resultado: plomo, heridos, confusión, horror patrio.
Ayer mismo, después de ese episodio, el ministro del interior, famoso por la vez en la que denunció la forma como direcTV espiaba a través de sus decodificadores, decidió perpetrar una cadena nacional en la que, palabras más, palabras menos, acusaba a los estudiantes de oposición de los disturbios ocurridos dentro de la universidad central. O lo que es lo mismo: una cadena que exige transformar el significado de la imagen que acompaña este post. Si le hacemos caso a Carreño, entonces deberíamos concluir que el estudiante de franela naranja y el otro, vestido apenas con un pantalón bermuda, en realidad esconden en su interior una peligrosa amenaza terrorista a punto de herir, con singular maldad, al indefenso grupo de estudiantes que están del otro lado y donde uno de ellos blande una pistola en su mano, un gesto que, seguramente, simboliza la lucha por la libertad y el conocimiento. O el amor profundo por la obra de los postestructuralistas franceses.
En todo caso, el resultado de la cadena de Carreño fue sencillo, esquemático, parcializado: poco importaba que los acontecimientos acababan de ocurrir. Poco importaba que los cuerpos de seguridad del Estado no estuvieron (o no debíeron estar allí), pues eso violaría la autonomía universitaria y que, en consencuencia, no estaban en capacidad de darle informes. Poco importaba que el ministro Carreño no tuviese ningún elemento para, desde una cadena nacional, es decir, desde el Estado, acusar al grupo político que adversa su legítima pero parcilizada visión política. Solo hacía falta una cosa: la voluntad, la decisión del ministro Carreño. O lo que es lo mismo: Being Carreño.
Es triste, pero vivimos en tan mala hora que en cierta forma parece que hay que contentarse con que al menos no se comportó como su hermano quien, a principios de la semana, acabó metiéndole un disparo en las costillas a un médico en la ciudad de Barinas. Curiosamente, el motivo por el que el hermano del ministro Carreño disparó a otra persona fue, precisamente, como una forma de dejar sentado un punto en una discusión sobre la reforma a la constitución. No sería raro verle declarar que el violento médico permanece hospitalizado con el disparo en las costillas, terroristamente.
Así que no era, no tenía por qué ser una sorpresa cuando esta mañana, al llegar a la universidad católica me encontré con que los estudiantes habían trancado la avenida. Era, en realidad, lo menos que podían hacer.
Esperando, en la cola, una estudiante me entregó un pequeño panfleto con este texto. La imagen del panfleto es la del ministro Carreño en la cadena nacional del día de ayer, con la nariz pintada. De payaso.
Dice así:
CARREÑO
MENTIROSO
PAYASO YA NADIE TE CREE
La marcha estudiantil al TSJ fue totalmente pacífica hasta que unos desaptados nos atacaron. Y en la noche sales tú con tremendas bolas a mentirle al pueblo.
¿Eso se come con leche, azúcar y huevo?