28 de diciembre de 2005

Griegos



Alejandra, quien no gratuitamente se gana la vida comprendiendo el tormento que puede significar ser niño, me contaba ayer esta breve historia:

Estábamos de vuelta a la casa, después de un rato de playa, cuando se acerca a las duchas, en tanto yo sigo de largo hacia la puerta de ingreso a la urbanización cargando la cava y caminando, quizá, al ritmo sincopado de Jhonnie Walker. Allí se encuentra con un niño que juega con una regadera móvil, dibujando espirales de agua sobre la grama. Alejandra le pregunta si puede prestarle la regadera a lo que el niño, después de pensarlo un poco, le sugiere que mejor tome alguna de las duchas fijas que, efectivamente, a esa hora gotean gordas gotas acuáticas a unos pocos pasos de distancia. Ella le explica que no, que precisamente necesita esa regadera, pues sólo necesita lavarse lo pies. El niño accede a prestársela, con la tácita condición de ser él mismo quien administre la operación.

Entonces viene este diálogo:

--¿Y tú cómo te llamas? --pregunta Alejandra, sumamente sociable, con un pie en el aire y, tal vez, batiendo bellamente sus pestañas de muñeca.

--Me llamo Greiber. Un nombre griego --responde, precisamente, Greiber.

Alejandra, (quien no solamente se gana la vida comprendiendo el tormento que puede significar ser niño, sino quien además, disfruta en serio del extraño mundo infantil), le pregunta, con una sonrisa:

--¿Y cómo sabes que es griego?

Greiber Stephanopoulos lo piensa un poco. Entonces responde, con una lógica difícilmente geográfica:

--No sé, yo creo eso. Así se llamaba mi papá.

Alejandra, (quien no gratuitamente pasó parte importante de su especilización en clínica estudiando el fenómeno del duelo en niños), pregunta, de lo más kleiniana:

--¿Se llamaba?

Greiber Konstantinis cambia de mano la regadera, y se corrige:

--No bueno, se llama.

--Ah --responde Alejandra.

Otro pie en el aire. Alejandra retoma la conversación:

-¿Y tú le has preguntado a tu mamá qué significa Greiber?

Comprensiblemente, Greiber niega con la cabeza. Para acotar:

--Yo me quiero cambiar el nombre, me quiero llamar Víctor.

--¿Y eso por qué? --pregunta, calzándose ya sus sandalias de playa.

--Ya yo no me quiero llamar más como mi papá. Él se fue. Se divorciaron.

Entonces Alejandra comprende por qué el nombre, efectivamente, es griego. Al contármelo esa misma noche yo también comprendo, o creo comprender. Entonces recuerdo a Ulises; y, de paso, también pienso en Kore, en Hécate, en Démeter.

17 de diciembre de 2005

Cata

Compañías



Como se puede notar con facilidad al dejar caer la mirada sobre el sidebar de argonáuticas, el listado de enlaces ha crecido en los últimos días.

Esto no debería requerir de mayores explicaciones, pero es viernes en la noche, estoy a punto de tomar unos días de vacaciones y resulta grato imaginar que los amigos que visiten este lugar en los días siguientes sientan que pueden quedarse en muy buena compañía.

Así, uno que otro comentario de algunos aspectos que, quizá, no sean tan obvios.

El primero es sobre Comandantina Dusilova, un blog de Andrea Maria Dusl que, si bien está compuesto mayoritariamente en alemán y un poco en inglés, (idiomas que cada vez se alejan más de nuestras aulas escolares, considerando la ensoñadora codicia idiomática con la que los nuevos funcionarios educativos), posee el relevante atributo de mostrar interesantes ilustraciones sobre temas locales y culturales.

Algo semejante ocurre con Paquito Weblog cuyo nombre, por cierto, es un enigma para mí, si es de atender a las señales de origen que deja en su perfil. Del modo que sea, vale la pena seguir la secuencia de fotografías, si bien es preciso admitir que Paquito no parece estar demasiado atenazado por la necesidad de actualizar el material.

Sobre las páginas web, también conviene hacer en algunas precisiones. Una de esas precisiones tiene que ver con Abuse Magazine que, pese a su título, es una revista editada en España con un material absolutamente escrito en castellano. Entre sus virtudes se cuenta, creo, el regalo de una diagramación verdaderamente notable que recuerda el gusto de hojear una revista impecable al tiempo que se toma una taza de café: en su caso, es algo literal. Algo parecido puede decirse de las obras de Eric Drooker (quien, por cierto, cuenta entre sus trabajos la ilustración de un disco de Rage Against the Machine, aquél grupo que de modo irremediable me hacer recordar uno que otro episodio universitario).. Por su parte, la galería virtual de Gian Paolo Tomasi, que descubrí, precisamente, gracias a un trabajo incluido en el Nº4 de Abuse Magazine resulta ese tipo de hallazgo que, salvando el lugar común, no tiene desperdicio.

Jumping Jokes representa, a mi entender, una de las formas más logradas del humor y la ironía en el empalagoso territorio de las tarjetas electrónicas. Por su parte, Overheard in New York, una página que ya nos ha acompañado durante los primerios post, aparece con un hilarante sentido del diálogo neurótico en una ciudad donde la compasión no las tiene todas consigo. Igual o más hilarante resulta Chruch of the flying spaguetti monster, a la que ya nos referimos tres o cuatro post más abajo.

La mención especial de esta nota va, sin embargo, para uno de los hallazgos que más gusto me ha dado en los últimos días: la página de Ficción Breve Libros, una derivación lógica y necesaria de Ficcion Breve Venezolana, el archivo más amplio en internet de narrativa venezolana que con tanto sentido del gusto sostiene, desde hace años, mi buen amigo Héctor Torres.

Ahora mismo, mientras escribo este post, tengo junto a mí Falke, de Federico Vegas, enviado directamente a mi oficina por esta nueva librería virtual, después de un mínimo trámite de solicitud en el que, dicho sea de paso, no fue preciso valerse del temeroso recurso de ninguna tarjeta de crédito.

Por cierto, ya el kamarada JorgeLetralia, (a quien le debo más de lo que puede decirse en este asunto de hacer un blog), le dedicó a este libro un comentario detallado justo aquí.

Ahora, todas estas nuevas Ínsulas vienen a sumarse a la lista de senderos que suelo visitar: Guano, de Ceryle, un blog con post hermosamente escritos, cuyo título me hace recordar aquellos versos de Vallejo, al principio de Trilce: "el guano, la simple calabrina tesórea/que brinda sin querer,/en el insular corazón./salobre alcatraz, a cada hialóidea/grupada". Igualmente, la página de mi amigo Ryan Lynus (que justo en este momento no está disponible por algún ignoto motivo técnico, pero sobre la que igual vale la pena insistir y hacerse de las maravillas musicales que ha dejado allí); Panfletonegro.com representa, por su parte, una alternativa donde se reunen mes a mes algunos buenos amigos, así como una proporción nada desdeñable del Flaming Circle y así, mutatis mutandis, en el afecto y el grato recuerdo.

Actualización
Sábado 17, Diciembre.


Acabo de recibir un mail de Linus contando que, con la ayuda de la astuta Natalia, acaba de montar su blog: Historias en la Pared del baño.Otra buena compañía.

11 de diciembre de 2005

Reflexionen aus dem beschädigten Leben


Justo ese era el subtítulo de un libro de Theodor W. Adorno, fechado en 1951: Minima Moralia -- Reflexiones de la vida deteriorada. Allí, como en otros futuros lugares, T. Adorno dejaría constancia de esa idea que recorrió, con dolor, con malestar, una parte importante de la Alemania de postguerra: el imposible de escribir poesía después de Auschwitz.

Decía Adorno:

Escribir un poema después de Auschwitz es un acto de barbarie, y eso mismo impide darse cuenta de por qué se ha hecho imposible escribir poesía después de Auschwitz.

En un lúcido ensayo de 1990, Günter Grass hace una detallada reflexión sobre el impacto que la idea condensada por Adorno después de la guerra tuvo para una generación que, como él, apenas comenzaba a recorrer el camino de la literatura.

Dice:

Se había acabado, pues, el delicado intimismo. Adiós a las floridas e hinchadas metáforas de genitivio, adiós a las ambientaciones indefinidas a lo Rilke y al esmerado tono literario camerístico. La ascesis significaba desconfianza hacia las musiquillas, hacia las intemporalidades líricas de los místicos de la naturaleza que se dedicaban a cuidar sus jardincillos en los años cincuenta y --con rima o sin ella, con sentido o sin él-- proporcionaban a los libros de texto escolares la coartada idónea para mantener la neutralidad. Pero la ascesis signficaba también definir la posición de uno mismo. Ese fue más o menos el momento en el que tomé partido, en el que, durante la virulenta disputa entre Sartre y Camus, me decidí por Sísifo, el que hace rodar interminablemente la piedra.

Hoy, a tantos años de distancia, uno tienen la tentación de preguntarse, ¿Qué cosas nos deja Auschwitz, Treblinka, Sobibór?

Me gustaría pensar que la respuesta es múltiple. Me gustaría pensar que uno de los caminos que nos devela es, puede ser, una lección mínima para este principio de siglo XXI donde tantos sueños caducos de la mordernidad intentan revivir: la racionalidad de un sistema político puede ser el preámbulo del horror. O dicho de otra forma: la aparente bondad de los sistemas políticos y sociales no los protege en sí mismos, de la inequidad del poder, del desmesurado costo que puede ocasionar a los grupos humanos que esa racionalidad etiquete de enemigos.

Comprender esa lección del siglo XX no termina por ser, sin embargo, algo del todo tranquilizador. No nos salva. De tanto en tanto llegan noticias de grupos adolescentes que, adormilados por la estupidez, son capaces de reclamar el cínico "espacio vital" que alimentó el delirio hitleriano. O revisiones desprovista de todo contexto en el que peligrosos racionalistas, fanáticos de la historia, intentan disminuir la magnitud del horror de los campos de concentración en estadísticas que recuerdan una lección de mal cálculo algebráico, como es el caso de este ejemplo paranoide .

Por eso, es preciso considerar que Auscwitz, Treblinka, Sobibór nos dicen algo más: El horror pasa de moda. Pero vuelve.

Es allí, precisamente, donde pareciese que tiene algún sentido recordar a Sísifo, donde comprender el tormento de la piedra, del esfuerzo, de la pérdida y, luego, el nuevo esfuerzo, se convierte en una hermosa metáfora para algo que (no sin pudor) uno quizá podría llamar un imperativo ético.

8 de diciembre de 2005

Tomasi



Gian Paolo Tomasi. Copyrigth.

4 de diciembre de 2005

Trinity Varela



No es por sacarle punta al horror. Es apenas por documentar lo que existe en sí mismo de espantoso e inasible en esta cosa algo extraña que se llama democracia chavista.

Hoy, en plenas elecciones legislativas, la diputada del pueblo soberano, la musa desesperada de tanto amante del folklorismo bolivariano dejó firmada una breve cátedra de autoritarismo e ilegalidad: Todo funcionario público de confianza que no vaya a votar debe ser despedido de sus funciones públicas.

Así, sin más. Simple, directo, guapetón, redondo como una arepa.

Pero la realidad es complicada. ¿Existe alguna prueba de que eso, efectivamente, ocurrió?

Allí, precisamente, comienza Matrix.

Tres, cuatro horas después, la rectora del Consejo Nacional, Tibisay Lucena, le esquivaba curiosamente el bulto a esa declaración al momento de ser abordada por una periodista en una rueda de prensa: No he visto esa declaración. En todo caso, es la declaración de un actor político.

The Matrix, reloaded.

Dos minutos después: otro periodista insiste sobre la misma cuestión. Introducía un pequeño elemento a la pregunta: OK, de acuerdo, Uste no lo vio. Pero en caso de que hubiese ocurrido, qué opina el CNE, puesto que se trata de una amenaza contra la población de votantes.

Lucena da un pasito más, esboza una sonrisa: El CNE cuenta con una sala de participación. Ellos ya sabrán qué hacer.

¿Habrá qué preguntarse qué hará?

Respuesta: todo es Matrix.

Aquejado de realidad, uno desearía que fuese un consuelo el que, horas después, el incivil diputado William Lara (¿existe William Lara?¿es una alucinación auditiva la curiosa dicción de William Lara?) aparezca en televisión y afirme que tal declaración no correspondería jamás con una línea partidista, que semejante cosa no podía ser compartida por el Comité Nacional del partido de gobierno, que ellos mismos habían introducido en la Constitución Bolivariana la idea de que, después de todo, el voto era un derecho, no un deber.

Lo único malo es que justo antes de decir esas constitucionales palabras ya había dicho que tal cosa no había ocurrido.

Otra vez: Matrix.

Naturalmente, ante tales enigmas de la realidad, uno comienza a ser propenso a pensar que quien quita, a lo mejor hasta tiene razón. A lo mejor nada existe. A lo mejor William Lara es Morfeo. A lo mejor Iris Varela es Trinity. Todo es the Matrix.

Otra ventana de la Matriz no muestra, en todo caso, un curioso programa de realidad virtual donde los programadores han introducido un software de particular singularidad llamado Maisanta. Una ventana editada por las organizaciones de gobierno donde Usted puede encontrar si votó, si no votó, si firmó para el referendum revocatorio presidencial. Si su número corresponde o no con el plan diseñado por el Gran Cerebro, el Señor de Todas las Cosas. Para abreviar: ese hardware que llamamos Comandante.

¿Luis Tascón? ¿Un virus, quizá?

Actualización

Lunes, 5 de Diciembre. Previsiblemente, la Asamblea Nacional amaneció teñida de rojo bolivariano: la totalidad de los diputados integrantes apoyan al teniente coronel Hugo Chávez. La única diferencia está en el nombre de las fuerzas que impulsaron las candidaturas. Por eso, precisamente, el Oráculo de Nicolás Maduro, presidente de la Asamblea, se permite hacerse eco de la idea que, desde ayer, planteaba el diputado Morfeo, William Lara: la asamblea es pluripartidista, diversa, infinitamente representativa.

El software contrataca. Matrix, está borracha.

Moscas


Leo, entre bostezos, las declaraciones del ladino Defensor del Pueblo, del elusivo Fiscal General de la República, del Vice Presidente de la Asamble Nacional: el incivil diputado Pedro Carreño.

No consigo, en ellas, ningún motivo para alegrarme por la desesperación que no parecen tener, por la locura que les inspira, que no les duele. No encuentro otra cosa que el movimiento inmensamente esquemático del rol que juegan, que segurián jugando después de esta tragedia opositora de no elegir nada, de no ganar nada, de estar al límite de perderlo todo. Leo sus declaraciones y no veo otra cosa que el vuelo de tres moscas grandes, pesadas.

El Defensor del pueblo (es un eufemismo, desde luego) explica por VTV que él votó con papelitos, con tarjetón, ahora con máquinas. Explica que él cree que la democracia sólo se renueva con las elecciones. Sugiere que él está satisfecho, que todo está bien. Insiste --pues después de todo él se siente defensor de algo--, que quedaría muy mal que él no respetase el derecho de los cuatro mil y tantas personas que soñadoramente se postularon para las elecciones de diputados. Concluye que los derechos que no se ejercen, son derechos que se pierden. Nos induce a pensar que él está pilas, que él sí defiende la cosa.

En otro país, en otro tiempo, habría sido un alivio escuchar a un defensor del pueblo expresar algún tipo de preocupación ante el hecho de que un buen número de ciudadanos descree con motivos razonables (o incluso, sin ellos, si ese fuese el caso), del sistema de votación impuesto por un poder electoral donde la casi totalidad de los miembros tiene alguna lealtad directa con el partido de gobierno.

Habría estado bien escuchar una comprensible preocupación ante la tragedia ciudadana de despertar, mañana, con un solo bloque legislativo que expresa la más ferviente y fanática adhesión ante un teniente coronel que apenas doce años atrás estaba preso por dar un golpe de estado.

Habría sido bueno. Pero es algo que no tenemos, que jamás tendremos. El defensor del pueblo es un cuadro del gobierno. El defensor del pueblo entiende que decir Gobierno es Decir Estado. Él duerme tranquilo. Presumiblemente engorda.

Uno lee las declaraciones de un Fiscal que, de entrada, no parece ser un mal tipo. (Neurótico, prendido de algo de la mala fe en su sentido sartreano: la mentira que no sabe que es mentira. Incompetente, quizá. Pero no un mal tipo). El Fiscal aparece indicando que a él le parece que como que sí hay gentecita. Que como que sí están votando un poquito más que en las elecciones de Juntas Parroquiales de Agosto. El Fiscal se anima.

Uno lee a ese renegado de la Salud Mental, a ese paria de la inteligencia que es el incivil diputado Carreño quien en su momento detectó el modo como la señal por cable espiaba a los ciudadanos en sus dormitorios y quien ahora aparece para decir, con sorna, que a partir de hoy la oposición está muerta. Entonces uno se pregunta qué puede tener esa noticia de triunfal, de buena. Cómo el diputado Carreño puede comprenderse a sí mismo como miembro de un parlamento que es, o debería ser, el lugar del debate y la diferencia después de semejante tragedia. La noticia, curiosamente, es apenas un lacónico comunicado de la Agencia Bolivariana de Noticia. La supuesta agencia de noticias de la Nación, aunque su tónica deja claro que la nación es sólo un modo de decir el gobierno.

Uno no consigue mucho más en la otra acera. Uno escucha las declaraciones que durante toda la semana han aparecido por parte de lo que, por desdicha, es el liderazgo opositor y no sabe si llorar o no con tanto sentido del absurdo, del irracional triunfalismo que denota. Por allí se lee, incluso, el cándido exceso de decir que es preciso "administrar la victoria", como si en realidad estuviésemos ganando algo de todo esto a no ser un gobierno más guapetón, más cínico, más poderoso.

No deja de ser revelador los comentarios que los eufóricos lectores de Noticiero Digital apuntan al realista artículo que el día de hoy escribe Luis Vicente León.

Más moscas.

Una tragedia. Aún cuando sea, quizá, la única cosa posible.

Creo que existe una frase de Alberto Barrera Tyszka en su artículo para El Nacional de hoy domingo, que lo expresa todo, o casi todo: estamos jodidos.